Un puente a tu Corazón
Tras la muerte de su marido, la señora vanhalent aristocrática de nacimiento, ve en el matrimonio la única salida para sus cinco hijas que, por ser mujeres, no heredarán propiedad alguna.es el precio que tienen que pagar con sus cinco hijas casaderas, de entre quince y veintitrés años. Tras la muerte del señor Lancaster todo cambio la forma de hablar de tolerar, el humor, en especial los privilegios, los perfumes las joyas, es tanta la desesperación, que grita de dolor por lo que sufre su familia, las jóvenes quedarán abandonadas a su suerte cuando Pedro reyes, primo de las muchachas, herede todo debido a que la propiedad forma parte de un mayorazgo del que es beneficiario. El mayorazgo solo se transmite por linaje masculino, de manera que, al fallecimiento del padre, la madre y las hijas perderán la mayor parte de la fortuna y el derecho a habitar la propiedad.
Capitulo 1
–Mi querido señor Adrián ––le dijo un día su esposa––, ¿sabías que, por fin, se ha alquilado Los Sauces Dorados?
El señor Adrián respondió que no.
––Pues así es ––insistió ella––; la señora Prince ha estado aquí hace un momento y me lo ha contado todo. El señor Adrián no hizo ademán de contestar. –– ¿No quieres saber quién lo ha alquilado? ––se impacientó su esposa. ––Eres tú la que quieres contármelo, y yo no tengo inconveniente en oírlo.
Esta sugerencia le fue suficiente.
––Pues sabrás, querido, que la señora Prince dice que Los Sauces Dorados ha sido alquilado por un joven muy rico del norte de Inglaterra; que vino el lunes en un landó de cuatro caballos para ver el lugar; y que se quedó tan encantado con él que inmediatamente llegó a un acuerdo con el señor Harris; que antes de Noche buena vendrá a ocuparlo; y que algunos de sus criados estarán en la casa a finales de la semana que viene.
––¿Cómo se llama?
––sthainger. ––
¿Está casado o soltero?
–– ¡Oh!, soltero, querido, por supuesto. Un hombre soltero y de gran fortuna; cuatro o cinco mil libras al año. ¡Qué buen partido para nuestras hijas! ,
–– ¿Y qué? ¿En qué puede afectarles?
––Mi querido señor Adrián––contestó su esposa––, ¿Cómo puedes ser tan ingenuo? Debes saber que estoy pensando en casarlo con una de ellas. –– ¿Es ese el motivo que le ha traído?
–– ¡Motivo!
Tonterías,
¿Cómo puedes decir eso? Es muy posible que se enamore de una de ellas, y por eso debes ir a visitarlo tan pronto como llegue.
––No veo la razón para ello. Puedes ir tú con las muchachas o mandarlas a ellas solas, que tal vez sea mejor; como tú eres tan guapa como cualquiera de ellas, a lo mejor el señor sthainger te prefiere a ti. ––Querido, me adulas. Es verdad que en un tiempo no estuve nada mal, pero ahora no puedo pretender ser nada fuera de lo común. Cuando una mujer tiene cinco hijas creciditas, debe dejar de pensar en su propia belleza. ––En tales casos, a la mayoría de las mujeres no les queda mucha belleza en qué pensar. ––Bueno, querido, de verdad, tienes que ir a visitar al señor sthainger en cuanto se instale en el vecindario. ––No te lo garantizo. ––Pero piensa en tus hijas. Date cuenta del partido que sería para una de ellas. Sir Mcrter y lady Liu, están decididos a ir, y sólo con ese propósito. Ya sabes que normalmente no visitan a los nuevos vecinos. De veras, debes ir, porque para nosotras será imposible visitarlo si tú no lo haces. ––Eres demasiado comedida. Estoy seguro de que el señor Sthainger se alegrará mucho de veros; y tú le llevarás unas líneas de mi parte para asegurarle que cuenta con mi más sincero consentimiento para que contraiga matrimonio con una de ellas; aunque pondré alguna palabra en favor de mi pequeña Lucy
––Me niego a que hagas tal cosa. Lucy no es en nada mejor que las otras, no es ni la mitad de guapa que Katherine, ni la mitad de alegre que Esther . Pero tú siempre la prefieres a ella. ––Ninguna de las tres es muy recomendable –– le respondió––. Son tan tontas e ignorantes como las demás muchachas; pero Lucy tiene algo más de agudeza que sus hermanas. ––¡Señor Adrián! ¿Cómo puedes hablar así de tus hijas? Te encanta disgustarme. No tienes compasión de mis pobres nervios. ––Te equivocas, querida. Les tengo mucho respeto a tus nervios. Son viejos amigos míos. Hace por lo menos veinte años que te oigo mencionarlos con mucha consideración. –– ¡No sabes cuánto sufro! ––Pero te pondrás bien y vivirás para ver venir a este lugar a muchos jóvenes de esos de cuatro mil libras al año. ––No serviría de nada si viniesen esos veinte jóvenes y no fueras a visitarlos. ––Si depende de eso, querida, en cuanto estén aquí los veinte, los visitaré a todos. El señor Adrián era una mezcla tan rara entre ocurrente, sarcástico, reservado y caprichoso, que la experiencia de veintitrés años no había sido suficiente para que su…esposa entendiese su carácter. Sin embargo, el de ella era menos difícil, era una mujer de poca inteligencia, más bien inculta y de temperamento desigual. Su meta en la vida era casar a sus hijas; su consuelo, las visitas y el cotilleo. Su hija Elizabeth que escucha la conversación entre sus padres
Es un buen plan —respondió Elizabeth— cuando apenas está en juego el deseo de casarse bien; y, si yo estuviera decidida a encontrar un marido rico, o un marido cualquiera, este sería el plan que adoptaría. Pero así no son los sentimiento
espero que les guste continuara.....
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