Vale la pena indagar un poco, en esta oportunidad, sobre esta conseja que ha lanzado el oficialismo, de cara a las parlamentarias del próximo seis de diciembre, a sabiendas de que, a menos que ocurra algún evento imprevisto (no quiero referirme a la siempre presente tentación del fraude), se voltee la tortilla a favor de Maduro y sus compinches. Tibisay Lucena, en perfecta connivencia con sus jefes ha afirmado que ese organismo “no cuenta encuestas, sino votos”, lo que es un reconocimiento tácito de que a la luz de la opinión pública están derrotados. Ahora bien, las elecciones no se ganan con encuestas, sino una vez contados los votos; eso es una verdad de Perogrullo.
Esta clarito que, el régimen se va afincar en la figura del comandante eterno, habida cuenta que Maduro resulta un pesado fardo, prácticamente indigestible, inclusive para los chavistas que todavía apoyan la revolución bolivariana. Es decir, van a apelar a una versión tropical del Cid Campeador, apartando la figura de Maduro, no les queda otra. Sin embargo, la gente entiende quiénes son los culpables de todos los males que aquejan a nuestro país, como nunca había ocurrido. Deslindarse del heredero por decreto, no va a ser fácil. La mona, aunque se vista de seda, mona se queda.
Nunca antes, en estos casi 17 años, los sondeos de opinión de todas las empresas serias, habían coincidido –cifras más, cifras menos- en una ventaja tan determinante a favor de la oposición, representada en la MUD. En elecciones anteriores, los más condescendientes resultados daban, cuando mucho, una pequeña ventaja a favor, que podía ser revertida con el ventajismo y control institucional de la cúpula chavista. Esta vez, la situación es distinta. Remontar la cuesta, definida por una sostenida tendencia, no va ser posible, al menos manteniendo, así sea en condiciones adversas, unas mínimas condiciones democráticas.De otra parte, la estrategia gobiernera será la de concentrarse en los circuitos plurinominales que arrojan mayor número de diputados, y así, tratar de minimizar la amplia ventaja. Todavía hay mucha tela que cortar, y como señala el dicho “ los rusos también juegan”, pero esta vez, a diferencia de otras, se aplica, tanto al gobierno, como a la oposición. La convergencia de las organizaciones opositoras se expresa en la tarjeta única, que sirve de elemento catalizador. En otras palabras, el todo, en este caso, es mayor que la suma de las partes. De allí el desespero de los que temen perder todos los privilegios y canonjías (prebendas) que han acumulado y disfrutado durante el ejercicio del poder de manera omnímoda (Poder Absoluto), sin ningún tipo de contrapesos.
De lo que hay que olvidarse es del triunfalismo convertido en peligrosa inercia y jugar a la alquimia del entusiasmo que despierta estar tan cerca del inicio del cambio deseado por las mayorías nacionales integradas de forma transversal, sin distinción de ningún tipo. Hay que hacerle ver a Tibisay que, a todo evento, los votos hay que contarlos respetando la expresión libérrima de la voluntad popular y aclararle que las instituciones se desprestigian por sí mismo, por sus malas y sesgadas actuaciones. El mandado, no está hecho…
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