Es posible que Fidel Castro este muriéndose la cama. Quizás ya haya muerto. Desafortunadamente, en los países comunistas de herencia latina, los tiranos vienen pares –compre uno y llévese otro de regalo. La Rumanía comunista tuvo a Nicolás y Elena Ceausescu. Cuba tiene a Fidel y a Raúl Castro. El día de Navidad de 1989 los rumanos lograron librarse de los dos Ceausescu y, veinte años más tarde, Rumanía entraba a formar parte de la OTAN.
Pronto Cuba será abandonada a un sólo Castro, que es el heredero del trono. Pero, ¿quién es realmente Raúl Castro? Algunos países occidentales especulan con la posibilidad de que Raúl pueda estar barajando la posibilidad de virar hacia un gobierno colectivo y una democracia: eso no es más que un cuento de hadas. Ojalá estuvieran en los cierto, pero Raúl Castro ha conseguido transformar un auténtico paraíso de este mundo en una cárcel y tenemos razones para creen que continuará convertir a Cuba en una tiranía incluso peor.
Me he reunido con Raúl en numerosas ocasiones tanto en Cuba como en Rumanía. Él era el responsable de coordinar los servicios de inteligencia cubanos (Dirección General de Inteligencia o DGI) y a principios de los años setenta se vio inmerso en una operación de drogas junto a la agencia donde yo trabaja (Departamentul de Informatii Externe o DIE). Cuando Raúl no estaba en La Habana o en Moscú estaba en Bucarest. Juntos trabajábamos, pescábamos, buceábamos y hablábamos. Nos retábamos él uno al otro en competiciones de tiro –Raúl tiene un buenísimo disparo. Conducíamos juntos nuestros idénticos coches de la marca Alfa Romeo. Y jamás vi un atisbo en él que me indujera a pensar que alguna vez quisiera democratizar Cuba.
Raúl estaba siempre borracho –de alcohol de vanidad personal. Mi contraparte cubana en inteligencia en aquellos años, Sergio del Valle, que fue el compañero más cercano Raúl en los años de Sierra Maestra le solía llamar “Raúl el Terrible” en alusión al primer ruso que se autoproclamó zar. Raúl era él, no coronado, zar cubano –su título oficial era General Máximo. Fidel pronunciaba los discursos, hora tras hora y, mientras Raúl, dirigía la economía cubana, la política internacional, el comercio exterior, el sistema judicial, las cárceles, incluso la administración de los hoteles y las playas.
Generalmente, se le Raúl como un discreto ministro de defensa pero, Raúl también ha sido la cabeza brutal de una de las instituciones más criminales del comunismo cubano: la Policía Política. Le conocí en esa faceta. Raúl era cruel e inmisericorde; ha cooperado en el asesinato y represión de miles de Cuba y no tengo ninguna duda de que luchará con todas sus fuerzas para mantener su poder. En caso contrario, en algún momento se vería obligado a responder por su crímenes y, que yo sepa, Raúl Castro no es un suicida.
Antes de conocerle personalmente, Nikita Khrushchev y el general Alexander Sakharovsky, el creador de la estructura de la inteligencia rumana y en ese momento cabeza del servicio de inteligencia internacional soviético (Pervoye Glavnoye Upravleniye) me habían dibujado a grandes rasgos el perfil de Raúl Castro. Corría el año 1959. Los dos soviéticos habían venido a Bucarest el 26 de octubre para un periodo de “seis días de vacaciones en Rumanía”. Era la primera vez que Khrushchev cogía unas vacaciones tan largas en el extranjero y, Rumanía, nunca había sido destino de sus vacaciones. El dirigente soviético estaba ahí para discutir sobre la revolución que se estaba desarrollando en Cuba con el entonces líder rumano Gheorghe Gheorghiu-Dig, hasta ese momento, el único tirano comunista gobernando un país de herencia latina.
Khrushchev soñaba con pasar a la historia como el líder soviético que había conseguido llevar el comunismo al continente americano y estaba dispuesto a poner todo el empeño necesario para que ese sueño se convirtiera en realidad. Pero Khrushchev desconfiaba de Fidel Castro alegando que no era marxista. Los líderes del Partido Comunista de Cuba estaban convencidos de que Fidel Castro era un aventurero peligroso y la burocracia soviética también encontraba reparos en apoyarle.
Sin embargo, Khrushchev confiaba en Raúl. Según los testimonios de Sakharovsky –que a mediados de los años cincuenta lleva a Raúl a Moscú- fue un amor a primera vista. A los dos, a Nikita y a Raúl, les encantaba el vodka y los estaban fascinados con el marxismo. Los odiaban la escuela, la religión y la disciplina. Ambos se jactaban de ser unos expertos militares. Estaban obsesionados con el espionaje y el contraespionaje y a ambos les gustaba dormir con las botas puestas. Sakharovsky considera que es esta “ardiente relación” es la que impulsa a Khrushchev a lanzarse por completo a apoyar la revolución cubana.
Siguiendo las órdenes de Khrushchev, Sakharovsky asigna Raúl Castro un consejero de inteligencia: Nikolay Leonov, el mayor experto en Latinoamérica de la PGU. Leonov –actualmente Comandante General retirado de la KGB y miembro de la Duma- facilitó a Raúl información sobre las fuerzas armadas del entonces dictador Batista y ayudó a Raúl a trazar el plan de la guerrilla. En junio de 1957, Leonor le entregó a Raúl unas fotografías que mostraban cómo Washington estaba apoyando a Batista con armas y ayuda logística y sugirió a Raúl que tomara a varias docenas de americanos como rehenes con el fin de forzar a Eisenhower a que se quedara al margen. Raúl siguió su consejo.
En junio de 1958, los guerrilleros secuestraron a medio centenar de civiles y militares americanos y canadienses que estaban trabajando en Cuba. Batista, que temía por la vida de los secuestrados, declaró el alto el fuego y eso permitió que los soviéticos pudieran llevar más armas a Cuba. El destino de la revolución cubana había cambiado para siempre. Además, se había introducido la era de los secuestros como arma de lucha.
En la noche del 31 de diciembre de 1958, el dictador Fulgencio Batista huye en avión de Cuba y los hermanos Castro toman el control del país. Durante los meses siguientes, Raúl es el encargado de organizar la ejecución de cientos de policías y oficiales del régimen de Batista. Los prisioneros fueron ejecutados y sus cuerpos fueron enterrados en fosas comunes a las afueras de Santiago de Cuba.
Un año después aterriza en La Habana el dirigente soviético Anastas Mikoyan y es recibido por Fidel, Raúl y consejero de la KGB Aleksandr Shitv: la operación consistía en ayudar a Raúl a crear una KGB cubana y un ejército al estilo soviético. En 1962, Khrushchev, nombra a Shitov embajador en Cuba lo que supone un hecho sin precedentes. Pronto, Moscú comenzaría a establecer en secreto bases para lanzar misiles en Cuba. Khrushchev, Raúl y Shitov –no Fidel- estuvieron a un ápice de conducir al mundo a una guerra nuclear.
El abril de 1971 visité Cuba como miembro de la delegación del gobierno de Rumanía para conmemorar el décimo aniversario de la victoria de Castro en Bahía de Cochinos. Un par de días después de la ceremonia, Raúl me invitó a ir con Sergio del Valle a pescar en su barco. También invitó a un soviético que se presentó como Aleksandr Alekseyev. “Este es Shitov”- me susurró al oído Sergio del Valle- “ahora es consejero de Allende”. (El marxista Salvador Allende había sido elegido presidente de Chile en las elecciones del pasado noviembre). Ahí, en ese barco, comprendí de una forma más clara que nunca que Raúl, y no Fidel, era quien estaba llevando los mandos de aquella revolución cubano.
En 1972, tuve que organizar el viaje de Ceausescu a La Habana y fui su mano derecha durante toda la visita. Fidel era la cabeza visible, Raúl el movía los hilos. La primera dama de Cuba no era la mujer de Fidel sino la de Raúl. A Elena Ceausescu le extraño pero ambas mujeres conectaron a la perfección. Las dos, Elena y Vilma Espín Guilloys, habían abandonado sus estudios en la escuela; ambas querían ser químicas; las dos habían logrado reconocidos doctorados en la universidad, ambas se unieron al partido comunista antes de que hubiera llegado al poder en sus respectivos países, llegaron formar parte del Consejo de Estado y las dos eran presidentes de la Federación de Organizaciones de mujeres en sus países.
Durante esa visita, los hermanos Castro y Ceausescu acordaron aventurarse en el tráfico de drogas. Querían regir los destinos del mundo con las drogas. “Las drogas pueden hacer mucho más daño al imperialismo que las armas nucleares”-pontificaba Fidel. Raúl estaba de acuerdo: -“Las drogas pueden erosionar el capitalismo desde dentro”. En esas conversaciones nunca escuche la palabra “dinero” pero yo ya estaba administrando el dinero estaba generando Rumanía con estas operaciones. Todo este dinero era transferido a las cuentas personales de Ceausescu. En 1978, cuando afortunadamente pude abandonar Rumania esa cuenta, que llamaban AT-78, tenía un saldo de 400 millones de dólares –a pesar de las considerables dentadas que provocaba Elena con sus gastos en joyería y abrigos de lujo.
En 2005, Fidel Castro enfureció cuando Forbes publicó un reportaje en el que estimaba su fortuna personal en 500 millones de dólares. Este año la revista ha elevado su fortuna a 900 millones. Considerando particularmente la miseria en que vive Cuba ese dinero será probablemente suficiente para poder sobornar a sus fieles seguidores y comprar las nuevas fidelidades que necesita.
En 1973 pasé mis vacaciones en La Habana. Raúl me llevó a visitar una fábrica enorme que fabricaba maletas con doble fondo y otros artilugios para esconder mercancía para, secretamente, poder transportar armas y explosivos con fines terroristas. En ese momento, la DGI que dirigía Raúl, estaba trabajando a contrarreloj tratando de extender la influencia de Cuba en América Latina y en los países del tercer mundo. En particular, estaban deseosos de consolidar el poder de los sandinistas en Nicaragua, fomentar una guerra sangrienta en El Salvador y apoyar junto a la Unión Soviética el asalto al poder del Movimiento para la Liberación de Angola. La DGI de Raúl también contaba con consejeros e instructores en las bases de la Organización Palestina de Liberación y había establecido una estrecha cooperación con Libia, Yemen y el Frente Polisario de Liberación en el Sahara oriental. A mediados de 1970 mi DIE estaba trabajando conjuntamente con la DGI de Raúl apoyando a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), una organización insurgente, antiamericana y marxista que cuyo objetivo era difundir el comunismo en Latino América.
En diciembre de 1974, Raúl Castro vino a Bucarest para solicitar apoyo político y de inteligencia a su nuevo Directorio de Liberación Nacional, un grupo cuyo objetivo era coordinar campos de entrenamiento para la guerrilla y terrorismo y crear movimientos de liberación nacional y gobiernos antiamericanos como aquellos en Nicaragua y Granada. Consiguió las dos cosas.
Es evidente que no tuve más acceso a la información relativa a la exportación del terrorismo y la revolución por parte de Fidel Castro, pero soy consciente de que en 2001 su FARC en Colombia fueron responsables de 197 asesinatos. El 11 de abril de 2002, las mismas FARC secuestraron a 13 congresistas colombiano de un edificio gubernamental en Cali y tomó como rehén a la candidata presidencial Ingrid Betancourt. El 13 de febrero de 2003, las FARC derribaron un avión de la CIA que trasportaba la información electrónica al sur de Colombia, tomando a tres oficiales de la CIA como rehenes. Ahora, las FARC, están tratando de derribar a toda costa el gobierno pro-americano de Álvaro Uribe, cuyo padre fue asesinado por las mismas FARC en 1983. Quiero también destacar que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, que es un ferviente admirador de los hermanos Castro, ha amenazado a Estados Unidos con cancelar sus exportaciones de petróleo y ha intentado comenzar una guerra convencional contra la vecina Colombia, el principal aliado de Estados Unidos en la región.
Nadie, ni en Cuba ni en el exterior, tiene una idea clara del futuro –político y de salud- de Fidel Castro. Quizás, todavía hay algo más que Raúl ha podido haber aprendido de sus maestros de la KGB. Leonid Bresnev murió el 10 de noviembre de 1982 pero el máximo dirigente de la KGB, Yury Andropov, logró mantener su muerte en secreto por varios días ganando el tiempo suficiente para maniobrar la forma de colocarse en el poder. Una vez situado en el Kremlin, el cínico de Andropov, se presentó ante los países occidentales como un comunista moderado. Era un hombre sensible, cálido, valedor de Occidente que, en ocasiones, disfrutaba tomando una copa de whisky, leyendo novelas inglesas, escuchando jazz americano y la música de Beethoven. Andropov no era nada de eso.
Puede que Raúl esté tratando de presentarse como un ángel inocente. Pero la era del secretismo de Andropov ya ha desaparecido. Ruego que los otros que conocen a Raúl de la forma en que yo conocía a Ceaucescu den un paso al frente y desenmascaren al tirano cubano, permitiendo que el mundo pueda contemplarle desnudo, tal cual es: un asesino y terrorista internacional que ha hecho una fortuna con el tráfico ilegal de armas, drogas y seres humanos.
*Ion Mihai Pacepa, nacido el 28 de octubre 1928 en Bucarest, Rumania, un ex-tres estrellas general de la Securitate, la policía secreta de la Rumanía comunista, que desertó a Estados Unidos en julio de 1978. Él es el desertor de más alto rango del ex bloque del Este, y ha escrito varios libros y artículos periodísticos sobre el funcionamiento interno de los servicios de inteligencia comunistas.
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